viernes, 24 de diciembre de 2010

.I've said too much but not enogh;

Hoy me he dado cuenta que por primera, y única, vez en todo el año es navidad. Sí, el espíritu de la navidad flota en el aire. Si te acercas mucho a la gente que camina por la calle puedes escuchar como tararean bajito, pero felices, desentonados villancicos. Si cruzas tu mirada con las personas que van por la calle verás que, sin razón aparente, estas te sonríen. Si vas atento podrás escuchar infinidad de conversaciones en las que el tema es el mismo: "feliz navidad". Si vas a casa de tus abuelos, tus tíos o gente habitual en tu vida te darás cuenta de que los mismos que ayer ni te miraban al entrar te saludan como si llevaran meses sin verte, dos besos por aquí, un abrazo por hayá... hasta parece que tus padres están deseando abrazarte y ponerse a bailar contigo villancicos que sólo se entonan en sus cabezas. Y, digo yo, a parte de la alegría generalizada y un optimismo que asombra, a parte de la manía de los familiares de redoblar sus propinas y del empacho de comida cara, dulces y turrón; ¿para qué sirve la navidad? Hace tiempo escuché que en navidad se paraliza el mundo y que, por unas cuantas horas, la gente dice la verdad pero, ¿cuál es la verdad? Ojalá pudiera oír un te quiero de tus labios, cara a cara, y besarlos después y para mí éso sería suficiente, después de todo, ¿para qué quiero verdades si te vuelvo a tener, aunque sean sólo unos segundos? Sé que tú nunca leerás esto, desengañémonos, no tengo valor para enseñártelo pero reitero, como he hecho mil y una veces, que te quiero, te quiero y te quiero; que mi vida lleva escrito tu nombre y que, en este día tan especial, ¡feliz navidad!

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