jueves, 2 de junio de 2011

To tell the truth.

Digamos que es posible que se encoja un corazón que ha sido arrancado del cuerpo al que pertenece. Digamos que las lágrimas también pueden llorar. Digamos que cada fragmento de un cristal de esa copa que rompimos guarda una réplica en pequeño de dicha copa. Digamos que el color carmesí de esos labios guarda todas las tonalidades de rojo que existen en su interior. Digamos que la última gota de rocío está al caer y que no habrá más. Digamos que somos propietarios de un rojo corazón, roto en mil pedazos y bañado en ésa ultima gota de rocio, que llora al compás de mil lágrimas plañideras, ¿hay salvación? Porque, a veces, resulta inhumano cómo podemos llegar a sentir que nos han mutilado el alma y el dolor es tan tangible que casi se confunde con un martilleo constante y ensordecedor. Pongamos, por ejemplo, que yo estoy en la playa sentada sobre la arena un caluroso día de verano. Mis ojos son del color de las almendras, casi amarillos, a causa de la luz solar, estoy descalza con el pelo suelto a merced del aire y mi única vestimenta es un vestido blanco. Observo el mar y no puedo dejar de imaginarme la figura de un hombre que viene hacia mí, camina por la orilla y, en realidad, no parece que yo sea su destino, sin embargo, sé perfectamente que su paseo termina junto a mí. Bermudas de lino de color claro, torso moreno desnudo bajo el sol de las seis de la tarde, de las seis y cuarenta y siete de la tarde. Sus ojos multicolor miran al frente y los míos se cierran, incapaces de soportar el dolor que ha dejado de ser etéreo, el dolor que matará si son malas noticias. Lentamente observo con los ojos cerrados como se sienta a mi lado y huelo su piel, su piel que huele a sol, a agua salada y, también un poco, a pan tostado con cacao. Sus dedos acarician mi cara, su boca se acerca lentamente a mis labios y me besa provocando en mí un profundo escalofrío de amor verdadero. "Te quiero" su voz hace el amor con mis oídos y yo me dejo llevar, a las seis y cincuenta, a las siete menos diez porque en mi mundo ya no hay nadie, porque la playa está desierta, porque miles de lágrimas de sincera felicidad recorren mis mejillas. No puedo evitar sentirme así, aún sabiendo que todo es el producto de mi mente, porque lo amo. Lo amo con toda mi alma.

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