lunes, 6 de febrero de 2012

No te mereces un planeta que te haga llorar, pequeña trotamundos.

Y Sol, por una vez, dejó que su sonrisa corriera a raudales. No es que Sol fuera pesimista, es que su mundo era difícil, es que una pequeña viajera tiene poco que hacer en un mundo que la quiere atar. Pobre Sol. Nunca se había enamorado, no sabía lo que era esa felicidad tan auténtica que hace daño. Sol era de las que no sabían creer, de las que nunca abrazaban y de besos ya ni hablar. Sol era una estrella apagada, un universo que mengua y desaparece. Tenía una energía que te absorbía como un agujero negro, te hacía feliz con solo verla pasear por la calle con su estilo que huía de las modas pero que, a su vez, las creaba. Sol siempre iba un paso por delante y hacía soñar a quien la miraba pero jamás sonreía. Sol parecía llorar estuviera donde estuviera. Hasta que lo conoció a él que, sin dudarlo ni un momento, se acercó a sus faldas y le dijo en un susurro:

- No te mereces un planeta que te haga llorar, pequeña trotamundos.

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