jueves, 1 de septiembre de 2011

In the shadows.

No puedes pedir sin más que los sentimientos se esfumen como el humo, porque no es así. Cuando I. mira por la ventana, el mundo es de otro color. El cielo está precioso pero enfadado con esas nubes grises y rojas, parece que el infierno se acerca pero a I. ya no le da miedo en infierno. Se recoge el pelo de forma descuidada mientras piensa en todo aquello que ha dejado atrás, le duele darse cuenta de que siempre estuvo equivocada, de que creía con total entrega en una gran mentira, en su propia gran mentira. I. se muere por dentro de desaliento, es como si el humo de todos los cigarros que se fumó para disipar las penas se empeñaran en causar el efecto contrario. A veces la vida no es justa, porque hay una pesada nube dentro de su cabeza que no le deja ver el sol. I. quiere romper los límites, ser quién dejó de ser cuando perdió su alma en aquel beso ardiente de un noviembre decreciente; quiere romper platos y cargarse el mundo, hacerle daño a la mosca y enfundarse en un vestido de cuero y unos zapatos de tacón. Quiere emborracharse de recuerdos, sentimientos y besos de una sola noche; quiere ser fría e independiente, aprender a no querer. Quiere sentir el tequila, el vodka, el ron o la ginebra corriendo a toda prisa por sus arterias en una carrera hacia la locura y la inconsciencia. Quiere ser gata por una noche y no la mojigata con la que se queda el payaso de turno del pub más deprimente de la ciudad, sentir que tiene poder por una vez y que, por una puta noche ella es quien decide. Quiere ser libre en la prisión de las lágrimas que ha llorado por él, no quiere más días color café con leche.

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