lunes, 13 de junio de 2011

Al amor de mi vida:

Duele mucho, ¿sabías? Duele mucho no poder decir que no, que no y que no. Horripila no saber hacia dónde irá, qué le está esperando. Muchas veces había oído que no se trata de nada más que de avanzar, pero no puede y camina dando traspiés y regresando sobre sus pasos para cubrir sus huellas, para que nadie pueda decir que la ha visto pasar. Dama del tiempo, liviana y bonita, alma en pena que se confunde con el viento y con los huesos. Nadie sabe de dónde viene y, todavía menos, a dónde va. Ella es dueña de si misma aunque no pueda decidir sin comenzar a lagrimear. Dicen que echa de menos, que vive en el recuerdo de algo que está muerto, de alguien que jamás volverá. Para mí es como una metáfora, pero hay una diferencia, quiero que sepas que YA NO TE AMO pero, aún no he aprendido a mentirle al corazón. Puede que, a veces, llore; pero también tengo sonrisas que tapen mis penas. Sé conducir el coche de la música que me aleja de lo malo que pueda venir. Ojalá te hubiera olvidado y, es cierto, no lo he hecho; pero lo haré y te arrepentirás de haberme dejado marchar.

domingo, 5 de junio de 2011

El amor, al revés, no se lee "Roma"

Porque ya he agotado mi paciencia, y mis ganas. Ya me queda poco que esperar. Ya no sé soñar despierta y mi muro me prohibió soñar dormida. Sólo soy la sombra maltrecha y mutilada de lo que algún día fui. Ya no me queda paciencia, calor ni espíritu. Y no sé distinguir donde acaba el bien y donde empieza el mal. Hace ya un tiempo que me codeo con la almohada en mis juergas de alcoba sin más amparo y más ayuda que mis ganas de llorar. He olvidado, olvide que trataba de olvidarle, que el mundo no era en blanco y negro y que me gustaba sonreír. Olvidé que mi voz me apaciguaba y que las cuerdas de una simple guitarra lograban hacerme feliz. Ahora soy sólo el humo de un cigarro olvidado en el bar de aquella esquina, donde fuimos felices una vez. Y lo peor de todo es que aún puedo recordarlo.Recuerdo su pelo negro, su frente despejada, su nariz perfecta, recuerdo sus labios que tantas veces me besaron y sus ojos multicolor. Tengo tatuados en mi piel el sabor de sus caricias, el olor de sus lágrimas y el sonido de su voz. Y no olvido los traspiés que dio mi vida, los bailes que dio la suya, las maratones que corrieron juntas ni el sabor de la guillotina del verdugo antes del "pues vale" que marcó la diferencia. Puedo jurar cada día que no sé echarlo de más y que, aunque me mate, sólo puedo echarlo de menos. Tengo miedo, mi fuerza de voluntad se resquebraja cada día un poco más y ya no distingo bien entre lo que hago y lo que sueño. Ni siquiera sé ya qué me importa y qué carece de sentido para mí. Lo odio, odio tener ganas de llorar y odio que no me hayas llamado. Odio que tu móvil esté apagado y no saber nada de ti. Detesto sentir cómo me rompo por dentro y no saber cómo impedir quedar deshecha, partida en millones de pedazos. Me siento estúpida porque, una vez más, no supe ocultar lo que sentía y mi boquita tuvo que abrirse para pronunciar esas putas ocho letras que marcan la diferencia. Ya no te quiero. No sé ni cómo mentirte a ti, no sé por qué sería capaz de entregártelo todo, pero lo haría, sin dudarlo,  aunque no lo merecieras, por ti. Tú eres mi perdición.

No sé restar tu mitad a mi corazón.

Era un día cualquiera en mi vida, un día de esos negros y amarillos, como las abejas. Era un día poco común por lo común que era. Era un día para gritarle al cielo cada verdad que esconde el corazón. Quise creer que sería un día más, un día sin carné de identidad ni permiso de residencia. Un día. Pero fue El día. El día para decir de nuevo esa palabra que quedó atrapada en nuestras cuerdas vocales, enredada en los laberínticos misterios del orgullo. El día del te quiero. Fue también el momento ideal para buscar la respuesta a todo aquello que nos aterra cada día, a ese miedo que sé que ambos tenemos a perdernos para siempre. Estoy atada a ti, pero no me ata una relación improbable y egoísta. Lo que me ata a ti es el amor, el amor que no quiere que te vayas de mi vida, no hay obligación, no hay sumisión. Hay amor, y es de verdad.

jueves, 2 de junio de 2011

To tell the truth.

Digamos que es posible que se encoja un corazón que ha sido arrancado del cuerpo al que pertenece. Digamos que las lágrimas también pueden llorar. Digamos que cada fragmento de un cristal de esa copa que rompimos guarda una réplica en pequeño de dicha copa. Digamos que el color carmesí de esos labios guarda todas las tonalidades de rojo que existen en su interior. Digamos que la última gota de rocío está al caer y que no habrá más. Digamos que somos propietarios de un rojo corazón, roto en mil pedazos y bañado en ésa ultima gota de rocio, que llora al compás de mil lágrimas plañideras, ¿hay salvación? Porque, a veces, resulta inhumano cómo podemos llegar a sentir que nos han mutilado el alma y el dolor es tan tangible que casi se confunde con un martilleo constante y ensordecedor. Pongamos, por ejemplo, que yo estoy en la playa sentada sobre la arena un caluroso día de verano. Mis ojos son del color de las almendras, casi amarillos, a causa de la luz solar, estoy descalza con el pelo suelto a merced del aire y mi única vestimenta es un vestido blanco. Observo el mar y no puedo dejar de imaginarme la figura de un hombre que viene hacia mí, camina por la orilla y, en realidad, no parece que yo sea su destino, sin embargo, sé perfectamente que su paseo termina junto a mí. Bermudas de lino de color claro, torso moreno desnudo bajo el sol de las seis de la tarde, de las seis y cuarenta y siete de la tarde. Sus ojos multicolor miran al frente y los míos se cierran, incapaces de soportar el dolor que ha dejado de ser etéreo, el dolor que matará si son malas noticias. Lentamente observo con los ojos cerrados como se sienta a mi lado y huelo su piel, su piel que huele a sol, a agua salada y, también un poco, a pan tostado con cacao. Sus dedos acarician mi cara, su boca se acerca lentamente a mis labios y me besa provocando en mí un profundo escalofrío de amor verdadero. "Te quiero" su voz hace el amor con mis oídos y yo me dejo llevar, a las seis y cincuenta, a las siete menos diez porque en mi mundo ya no hay nadie, porque la playa está desierta, porque miles de lágrimas de sincera felicidad recorren mis mejillas. No puedo evitar sentirme así, aún sabiendo que todo es el producto de mi mente, porque lo amo. Lo amo con toda mi alma.